Cuentan en el pueblo que, ensimismada y triste, la mujer se acercó al risco. Mientras miraba abajo como el mar golpeaba a las rocas con desprecio, un ángel tocó su hombro:
“Déjate caer. Confía. No busques respuestas en sus ojos o en sus palabras, búscalas en sus acciones. Déjate caer. No te saldrán alas, pero ahí estará con su red para protegerte.”
Animada por dichas palabras, la mujer dio un paso hacia delante, donde sus pies sólo pisaban aire y cayó.
Cuentan que entonces, el ángel se sacó su traje, se vistió de hombre y se dirigió luego al camino que conducía fuera del pueblo. De ella sólo se supo días después, cuando el mar se despojó de su cuerpo y lo dejó tirado en la arena. Nadie en el pueblo asistió a su funeral. Su marido dejó flores sólo ese día y se marchó del lugar para nunca volver. Aún así, cada año que se cumple, una rosa blanca aparece junto a su lápida, anónima, sin mensajes.
martes, diciembre 5
viernes, diciembre 1
Mejor morir
Quisiera morir de risa. Morir de risa es mejor que morir de pena... al menos tu cara se cristaliza con una mejor mueca.
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