En la esquina de Marchant Pereira con Carlos Antúnez se alza una blanca y antigua casa. Asoma su segundo piso entre la vegetación del jardín; un jardín de los que quedan pocos, que se viste de perenne verde y luce distintos colores durante el año.
En esta época del año la esquina me abstrae, por segundos saca mi olfato del mundano olor santiaguino. Es el aroma de la madre selva -cuyas pequeñas hojas y flores abrazan las rejas que vigilan la casa- que me llevan al sur, a mi infancia, que me recuerdan mi padre.
Hace algunos meses que la casa figura en venta. Aún está habitada, personas mayores por lo que he visto, mas la nana. Los metros cuadrados, por un lado, me dejan tranquila: no logro imaginar un edificio de departamentos en esa esquina. Sin embargo, pinta para transformarse en oficina. Oficina. Seguro el jardín pasará a ser estacionamientos y ya no habrá más verde, ya no más madre selva. Perderé el aroma que me transporta a mi sureña infancia, que recuerda a mi padre... Perderé mi esquina favorita.
martes, septiembre 6
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3 comentarios:
Vengo a desearte Felices Fiestas !!!
Andrea Q
estás de mudanza?
de mudanza?
... a lo mejor estoy mudando de piel...no lo sé
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