jueves, agosto 18

Un cuento

De niña solía sentarse junto al río y contemplar las aguas correntosas, mientras se escondía del sol bajo la sombra de un árbol. Se quedaba ahí por horas, con los ojos -redondos e ingenuos aún- bien abiertos, como devorando aquel espectáculo. Pensaba en la eterna rutina del ser río y en lo infinito de su historia, en silencio esperaba la concentración para descifrar lo que él tenía que decirle, pero todo intento era en vano. Creía que visitando la orilla todos los días ganaría su confianza y finalmente le contaría su historia, pero no. El tiempo le diría entonces, que el río no es el mismo todos los días, menos aún todos los segundos; cambia mas que el mundo en un año y por lo tanto, el río que visitaba cada día no era el de siempre, había uno nuevo en todos los momentos y todos esos nuevos se negaban a confiar en aquella pequeña observadora.

4 comentarios:

Morocco dijo...

Hay algo en tí de Augusto Monterroso y de Eduardo Galeano. Excelentes relatos. La de la taza de café, simplemente notable. Desde hoy, ojalá, asiduo a estos lares.

Morocco dijo...

Casi todos mis certámenes son de desarrollo y siempre escribo largo. Con los blog descubrí que aburro!
El tuyo reafirma que el tamaño TEXTUAL no es tan importante!!!
Salud(os)

Parche dijo...

Pucha que cuesta encontrar blogs cuenteros (se entiende que relacionado con cuentos).
Me gusto harto, seguire pasando por aqui.
Saludos Parchesianos.

Miguel Jiménez Valderrama dijo...

¡De acuerdo!
Los ríos, como tantas cosas de nuestras vidas, son distintos, segundo a segundo; están en cambio permanente.
Dile al Doc. que se de un tiempo y regrese a su vida de niño y visite el río: ¡como ha cambiado!