La vida cobra un irreprochable sentido para unos y distinto para otros. A veces, se trata de un sentido casi mágico que nos sume en un paraíso, el paraíso de “todo pasado fue mejor”, el cual puede agobiarnos o puede situarnos dentro de una vida ilusoria, como la ilusoria vida de un iluso personaje. El pasado es sueño, es sus ojos, pero no es su dolor... ella no lo reconoce, lo que es triste pero cierto. Ella alimenta su existencia de utopías; ella vive siente y ve frondosos árboles en invierno, ella ve lo que quiere ver y es por eso que todos la conocen como “la loca Cousiño”.
La mañana tibia de comienzos de otoño parece detenerse en el Santiago antiguo, cargando de nostalgia las huellas de otra época: las casas, las calles... las historias.
Una suave brisa avanza y nos conduce a lentamente hacia una corta calle, Adriana Cousiño, corta pero mágica, cargada de historias. De para en par, como el telón de un teatro, se nos abren las ventanas de una desteñida casa, la única que sin balcones se levanta del suelo, frente a una de las palmeras de adornan aquella calle. Por una de esas ventanas la vemos a ella, sentada frente al tocador, más sonriente que otras mañanas.
El espejo no parece ser su enemigo, aún a pesar de los años, el cristal adopta el papel de cómplice en su búsqueda por regresar al teatro en gloria y majestad. Se observa, sonríe; practica posturas y muecas para su nueva rutina. Su figura delgada, casi lánguida, se mueve con elegancia. No es joven, los años han marcado su paso, pero no deja de ser hermosa. Sus ojos cansados todavía reflejan la dulzura de una mirada soñadora. Sonríe mientras pellizca sus mejillas para lograr algo de rubor. Se acicala un poco pasando las manos por su cabello, lo nota algo apagado. Decide ir a la peluquería.
Sale a la calle en un acto casi ritual, le cuesta enormemente separarse de su casa: primero saca su mano derecha seguida por el brazo, tantea el aire por unos segundos y luego, sale, cerrando la puerta lento y pegada a su espalda. Nadie conoce el por qué de todo ese trámite, la respuesta la tiene sólo ella. Las ancianas de enfrente, las hermanas Iturriaga, la observan desde su balcón. La “loca Cousiño” las saluda con ademán previamente ensayado, sonriéndoles, pero mirando con el rabillo del ojo hacia palmera que da frente a su habitación, su fiel oyente. La nota algo extraña. Tiene algo peculiar en esta oportunidad, una sombra por poco humana. Vuelve a sonreír.
Se asoma por calle Compañía, toda vestida de desgastado blanco, con ávidos pasos de jovencita, constantemente acariciando su pelo en acto de coquetería. Parece recordar aquellos días en que debía sortear las miradas de caballerosos admiradores, mientras caminaba aquellas calles, antiguamente cubiertas por adoquines. Avanza segura de sí, guiada más por las huellas del viejo tranvía que por su memoria, porque de alguna forma, su cabeza trabaja como un tranvía: lerdo trabajador del pasado, poco confiable.
En la esquina de Compañía y Libertad se aprecia la conocida Peluquería Francesa. Se alza de modo fraternal, abriendo los brazos de par en par para recibir a la mítica mujer. Todos la ven entrar, ella sonríe y hace reverencias, mientras los dependientes le siguen el juego, brindándole continuas alabanzas. Don Elimino Lavaud, el dueño, se acerca a ella y le besa la mano- “Bienvenida Inés, bienvenida”. Ella se siente halagada y con sutil coquetería le cuenta la razón de su visita. Entonces, Don Emilio, la conduce hasta el sector de damas y la deja con la peluquera de confianza.
- “Señorita Inés, ¿en qué piensa tanto?
- “Recuerdos. La primera vez que vine yo era una jovencita. Época de tertulias y mucha vida social. Esa vez me peinaron para mi primera audición”.
- “¿Y se veía linda?”
- “Sí, muy linda.”
Al mirarse en el espejo, se da cuenta de que una imagen conocida se refleja desde la ventana, sus ojos se iluminan, piensa en la sombra de su palmera amiga, su ángel de la guarda y dulce compañía de los momento a más solitarios de su vida. Se da vuelta, mas ya no está.
3 comentarios:
Hmmmmm, creo que me fui al porcino que el texto, jejejeje
Fue lo necesario.
Lindo el texto, con aroma a tristeza y nostalgia, pero lindo.
Has estado bastante prolifica, eh Mamba?.
Saludos Parchesianos.
jeje, ni tan prolifica. Este es un cuento algo antiguo que pienso ir publicando de a poco.
Gracias por sus comentarios don parche.
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