Ángel,
plegaste tus alas
y extendiste tus brazos,
dejando tu pecho descubierto,
desnudo,
desprotegido,
vulnerable.
Ángel,
me avalancé sobre ti
empuñando con fuerza
la afilada daga.
Desbocada,
enceguecida,
llena de ira .
...
Ángel,
mis manos yacen ya
cubiertas de sangre,
la daga cae.
Hilos carmesí
zurcen ahora la tierra,
costuras impenetrables
de vida hacia la muerte.
Ángel,
tu rostro pálido
y tus alas plegadas
no registran rastros de lucha.
Tus brazos siguen extendidos,
soy yo la que cae,
herida,
adolorida,
con el alma hecha trizas.
jueves, noviembre 23
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