El río, de cambiantes aguas y un mismo camino, ya no es el que solía ser. Ya no atraviesa la ciudad impulsándola al buen porvenir; ahora pasa tímido, oscuro y espeso, sediento del pasado. Los puentes no lo acompañan en mística unión de lo humano y lo real, sólo lo pisotean para dejar pasar las nuevas e indiferentes vidas modernas.
Hoy a nadie le importa. Pero en cuanto el tiempo pase y comience a agrietarse su piel, cuando en sus rostros crucen surcos secos y profundos, y en sus manos queden únicamente rastros de sal, sólo entonces se darán cuenta de todo lo que dejaron pasar inadvertido.
domingo, abril 23
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1 comentario:
Esa parece ser una maldicion innata del ser humano: No saber lo que se tiene hasta que se pierde.
Pero aun estamos a tiempo. solo hay que darse cuenta.
Saludos Parchesianos.
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